lunes, 15 de noviembre de 2010

El clítoris y otros misterios (I)

Voy a hacer una afirmación que, a priori, puede resultar escabrosa: soy un gran entendido en coños.
Antes de que visualicéis a un obseso enfermizo al que evitar por las calles puntualizaré: debido a mi trabajo, mi estrecha relación con mis amigas, mi curiosidad y mi carácter obsesivo compulsivo conozco detalladamente la anatomía y funcionalidad de los genitales femeninos. Podría haberlo expresado así desde el principio, pero creo que he logrado atraer vuestra atención ¿verdad?
Un pelín rarito sí que lo soy, porque encuentro que el coño es una preciosidad anatómica y una prueba de la inexistencia de Dios ¿iba a crear nadie un órgano tan bonito para señalarlo como fuente de todo pecado? ergo Dios no existe (o existe pero es un cabrón, otro día podemos debatirlo). Pero dejemos el tema general del coño y centrémonos en el elemento que da nombre a esta entrada: el clítoris.
En los comienzos de mi carrera profesional, allá en el pleistoceno, colaboré con una revista dedicada a salud y calidad de vida. Ahí realicé mis primeros trabajos de anatomía con la ayuda de mi amiga P, que me facilitó toda la documentación posible (hablamos de los tiempos anteriores a internet, así que su apoyo fue muy valioso) y en más de una ocasión me asesoró a la hora de desarrollar alguna ilustración.
Si lees esto, P, quiero que sepas que cuando pienso amiga siempre te veo a ti: eres un tesoro. Gracias por tu ayuda y por mil cosas más.
Dada mi naturaleza inquisitiva procuré aprender todo lo posible sobre el cuerpo humano y eso me fue de gran ayuda cuando empecé a trabajar con Geo y Muy Interesante. Entonces, hace seis años, me propusieron hacer una serie de ilustraciones sobre el cuerpo humano, cada una dedicada a un apartado funcional: la vista, el oído, la circulación de la sangre, el conjunto oseo muscular, la respiración… y el sexo.
Como base documental contaba con los  atlas anatómicos  Sobotta y Netter. Ya los había manejado en otras ocasiones y supuse que no tendría problemas para localizar la información necesaria. La ilustración debía combinar la anatomía externa e interna de los genitales y me pareció interesante ofrecer una imagen detallada de la estructura del clítoris. No recordaba exactamente como eran las láminas correspondientes en los atlas, pero pensé que sería sencillo interpretarlas. Entonces vino la sorpresa: no existían.
Para entendernos: el Netter y el Sobotta muestran en detalle TODO el cuerpo humano, masculino y femenino. No una ilustración por órgano, sino muchas, con cortes en diferentes direcciones y vistas desde ángulos dispares para apreciar los elementos más nimios. TODO el cuerpo humano salvo el clítoris.
Me dije, al ser un órgano pequeño bastará con las imágenes generales de la vagina, así que fui a ellas y me llevé otra sorpresa: de pequeño, nada. Estaba la imagen clásica con los labios mayores entreabiertos mostrando en la parte superior el glande del clítoris, la cabeza del conejito sin orejas ¿recordáis? luego un primer corte con el vestíbulo vaginal y, sobre él, un corte circular del clítoris. El siguiente mostraba dos estructuras cilíndricas. Otros cortes mostraban que éstas se dirigían hacia los laterales de la vagina y se ensanchaban muchísmo. Con esas secciones y alguna documentación que me facilitó un servicio de ayuda a la mujer de la Comunidad de Madrid, dibujé la estructura que podéis ver en la cabecera de la entrada. Su posición en el cuerpo es abierta, se curva hacia abajo a partir del punto donde muestro el corte y los cuerpos cavernosos quedan situados a ambos lados del canal vaginal, pero opté por representarlo así para compararlo con un corte del pene.
No tendría porqué haberme extrañado: entiendo un poquito de embriología y sabía que el clítoris y el pene son órganos homólogos y se estructuran a partir de la misma parte del embrión cuando éste inicia su diferenciación sexual. Era lógico que se parecieran muchísimo, pero me sorprendió porque jamás había visto una sola imagen de la anatomía del clítoris.
Incluso hoy en día, si buscamos en Google, junto a imágenes anatómicamente correctas encontramos ilustraciones erróneas, en las que está representado como un cuerpo de apenas dos o tres centímetros de longitud. La causa de tanta inexactitud es, cómo no, el machismo. El clítoris no está relacionado con la reproducción o el aparato digestivo: su única actividad conocida es dar placer a su poseedora, y dado que hasta hace medio siglo nadie (nadie masculino) consideraba importante el placer de la mujer,  el clítoris no interesaba. Incluso algunas escuelas médicas consideraban el orgasmo femenino como una patología y aconsejaban la extirpación (cliteridectomía) como remedio contra la histeria y la consunción femenina. Bravo y hurra.
Ya en 1559 el hombre que hizo la primera descripción del clítoris, el médico paduano Renaldo Columbus, se vio enfrentado a un juicio inquisitorial, siendo acusado con estos dos argumentos:
1.: Aristóteles no describía semejante órgano, luego no existía
2. Si existía, Aristóteles lo había descrito, luego él no había descubierto nada
(¿He mencionado ya que Aristóteles me cae muy, pero que muy mal?)
Renaldo, que logró salir airoso del juicio, quiso llamar a su descubrimiento Dulzura de Venus, ya que era el lugar del placer de la mujer. Por desgracia no lo logró y el anodino término clítoris entró en la literatura médica, sin menciones a su estructura o utilidad. Y así hasta nuestros días, cuando el orgasmo femenino ha dejado de ser un tabú, pero la anatomía del órgano que lo produce sigue siendo desconocida por la mayoría de la gente, incluyendo muchas mujeres.
Alguien dirá ¿y qué? sabemos que da placer así que ¿para qué más? Craso error, porque conociendo su estructura es posible mejorar su uso. Por ejemplo, al hacer un cunnilingus muchos hombres se limitan a acariciarlo con la lengua de forma homogénea, o chuperretearlo como un chupachup, pero dada la estructura del glande la caricia es más eficaz si de cuando en cuando nos concentramos en la parte inferior, el frenillo, ya que al igual que en el pene la sensibilidad es ahí mucho mayor. Además las terminaciones nerviosas se concentran no sólo en la cabeza del glande, sino también en el tronco, la parte que va de la bifurcación a la punta, y es posible estimularlo desde abajo, acariciando la pared superior de la vagina, a unos cuatro-cinco centímetros tras la apertura de los labios, donde se nota un ligero abultamiento cuando aumenta la excitación y el clítoris entra en erección (el célebre punto G, que no es tal punto). Otra forma de actuar sobre ese tramo es situando los labios sobre el glande, formando un pequeño vacío y ejerciendo una suave succión rítmica, es decir, practicándole una felación con la presión justa como para que el glande y el capuchón del clítoris describan un pequeño vaivén en nuestros labios. He dicho suave: señores, no es la rueda del ratón ni un M&M, hay que tratarlo con cariño, no como si quisiéramos batir un record olímpico.
¿No dicen que en la variedad está la riqueza? Pues no hay dos clítoris iguales. Van desde diminutas cabecitas apenas perceptibles tras el capuchón hasta los asombrosos clítoris de algunas mujeres brasileñas, que en erección sobresalen hasta cinco o seis centímetros para pasmo de los ignorantes ¿que tendrá Brasil, que contiene tanto prodigio?
Un inciso: hace unos meses algunas diputadas de la oposición se burlaron agriamente de una iniciativa  del Ministerio de Igualdad, destinada a elaborar un mapa del clítoris. Con ello demostraron su ignorancia, su mala fe o ambas cosas a la vez. No se trata de un plano para enseñar a las niñas a hacerse pajas, sino de un estudio sobre la inervación del glande del clítoris (que no está correctamente identificada) para ver la viabilidad de practicar una cirugía de reconstrucción a las mujeres que han sufrido una ablación. Se puede discutir la conveniencia de realizar ese estudio con prioridad a otros (personalmente lo veo conveniente ahora y debería haberse hecho mucho antes) , pero en ningún caso se trata de una frivolidad. Y que conste que la ministra Aido no es santa de mi devoción.
Bueno, a estas alturas mi fama de depravado psicótico estará ya firmemente establecida, luego no merece la pena seguir insistiendo en el tema. En alguna próxima entrada trataré otro interesante misterio, el de la eyaculación femenina, pero dejaré pasar un tiempo a ver si entretanto recupero alguno de los lectores/as que habré espantado con esta entrada, quizás con algún texto con salves a María.
O puede que no me merezca la pena recuperar a quien se espanta con demasiada felicidad. Total, mi imagen ya no puede empeorar mucho más …

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