lunes, 15 de noviembre de 2010

El clítoris y otros misterios (II): la eyaculación femenina




Como ya he apuntado mi relación con mis amigas es bastante estrecha. Por causas de todo tipo he sido asesor sentimental-hombro para lágrimas-fisioterapeuta-confesor; tiene su lógica, nunca me he enrollado con ellas y eso me ha dado un estatus neutro, sin tensiones.
Sin tensiones por su parte: yo sí las he notado, muchas, sobre todo en mis partes pudendas. Si nunca follé con ninguna no fue por falta de ganas sino de posibilidades. Cuando andaba solito (ergo durante toda mi patética adolescencia y buena parte de los años posteriores) no tuve demasiadas oportunidades, y todas fueron ajenas a mi círculo de amigas. Cierta vez A me confesó que sobre los 19 tenía unas ganas locas de enrollarse conmigo, pero acababa de cortar con otro amigo de nuestro grupo y no quería encasillarse. Estuve en un tris de matarla, ya fue malo que no me lo dijera entonces, pero decírmelo después, cuando yo ya tenía pareja fue un detalle de verdadera sádica: no hay polvo que echemos más de menos que el que nunca echamos.
A lo que vamos: superadas las tensiones a base de duchas frías y manualidades mis amigas contaban conmigo para muchas cosas, incluyendo consultas sexuales de todo tipo. Y fue así como tomé contacto con el misterioso mundo de la eyaculación femenina.
Una noche de copas, mientras el resto de la banda estaba en la pista de baile, P y yo manteníamos una charla más o menos intrascendente que fue derivando hacia temas intimos. En un momento dado ella me preguntó ¿Y cómo sabes tú si una chica se está corriendo?. Normalmente no respondo a cuestiones tan personales, pero ella es de las pocas personas que pueden hacérmelas, así que le expliqué que yo lo notaba en el cambio de la tensión muscular y en las contracciones de la pared vaginal. La respuesta la dejó un tanto…¿decepcionada? así que supuse que no era una pregunta meramente informativa. Unas semanas antes había visto por primera vez una película X con escenas de eyaculación, y le comenté que al parecer algunas mujeres tenían la peculiaridad de emitir un fluido durante el orgasmo. Antes de que acabara la frase me agarró del brazo y me dijo que eso era lo que le pasaba a ella  y no tenía ni idea de porqué.
Centremos la situación: P no era una adolescente medio boba, sino una mujer muy inteligente que cursaba estudios superiores. Ella había buscado información por su cuenta y no había encontrado nada de nada y no lo había consultado con su ginecóloga porque le daba un yuyu tremendo. Por lo que me describió se trataba de un volumen considerable de líquido transparente (hasta 150 cc en ocasiones) que no era orina (lo había comprobado), y salía expelido con bastante fuerza. Le había sucedido por primera vez con 16 años y se quedó pasmada y bastante asustada (y su novio muy asombrado). A esas alturas ya no le daba importancia pero quería saber qué era eso y pensó que a lo mejor yo sabía algo más sobre el tema.
Bueno, no tenía datos al respecto, pero por P puedo mover cielo y tierra, así que le prometí investigar. Durante los dos meses siguientes me dediqué a encuestar a todas mis conocidas con docenas de respuestas negativas y bastantes caras extrañadas (por suerte ninguna dejó de hablarme). Busqué información a través de mis contactos profesionales (ya llevaba unos años haciendo ilustraciones de tema médico) con igual resultado. Entonces mi chica me buscó unos cuantos teléfonos de los servicios de asistencia femeninos de la CAM (la misma gente que años después me ayudaría en el tema del clítoris) donde tampoco sabían nada, pero me dieron a su vez el teléfono de un servicio de salud sexual donde finalmente me derivaron a un médico especialista en sexología que por fin pudo informarme al respecto.
Era la época pregoogle: o sabías moverte o no encontrabas lo que buscabas.
Quedé con P y tuvimos una amena charla, me gané un par de besos y unos achuchones (más tensiones, que en el fondo se agradecen) y a lo tonto adquirí unos conocimientos sin demasiada utilidad práctica pero muy interesantes. El caso es que si bien hoy en día es más fácil conseguir información, ya sea a través de enciclopedias virtuales, webs de contenido médico o descargas piratas de porno (el squirting es muy apreciado por los conneusseurs) resulta difícil separar la información real de la mitología y las exageraciones, así que vamos a repasar el tema con un poco de detalle.
Ante todo aclaremos esto: la eyaculación femenina no tiene ninguna utilidad aparente, pero tampoco es una disfunción. Lo digo porque he leido afirmaciones para todos los gustos, desde que es un síntoma de distensión en el suelo pélvico hasta que los orgasmos de las eyaculadoras son incomparablemente más intensos que los del resto de las mujeres. Ambos supuestos me parecen erróneos pero para entenderlo vamos a ver cómo se produce este fenómeno.


A los lados de la abertura vaginal hay dos pares de glandulas. Las inferiores son las de Bartholin, que entre otras cosas ayudan a la lubricación, y encima están las de Skene, que al parecer son homólogas de la próstata masculina y carecen de una función conocida. Es muy común que un órgano que cumple una función definida en uno de los sexos aparezca en forma residual en el otro, por pura economía genética, como las glándulas mamarias inoperativas de los machos de mamífero, así que es posible que estemos ante un caso similar. De hecho cerca de un 20% de las mujeres no llega a desarrollar estas glandulas y en la mayoría son de pequeño tamaño. Tanto la próstata como las glándulas de Skene segregan un fluido alcalino y azucarado que entre otras cosas contiene PSA, un anticoagulante seminal. La eyaculación femenina se produce cuando las contracciones musculares del orgasmo comprimen las glándulas y estas expulsan su contenido por la uretra. Parecen ser capaces de recargarse a gran velocidad, y hay casos, como el de la actriz porno Cytherea, célebre eyaculadora multiorgásmica, capaz de lanzar seis o siete emisiones de gran volumen en menos de un cuarto de hora (la pobre debe acabar medio deshidratada).


Como podemos ver, no hay conexión física entre la eyaculación y el debilitamiento del suelo pélvico (el equívoco se debe a que sí la hay entre el suelo pélvico y las pérdidas de orina) y la expulsión del líquido se produce a consecuencia del orgasmo, luego no influye en su intensidad. Otra leyenda al respecto, muy difundida en los años 80, relacionaba la eyaculación con el orgasmo vaginal a través de la célebre zona o punto de Gräfenberg, pero también podemos desechar esa idea: el líquido sale por pura presión física, independientemente del tipo de orgasmo (otro día pondremos los puntos sobre las ies en el asunto del orgasmo vaginal). Es más, no hace falta un orgasmo, basta con que se produzcan contracciones musculares en ese área, por un calambre o durante un parto, por ejemplo, sólo que en esos casos probablemente la mujer pensará que ha perdido momentaneamente el control de la vejiga. Es cierto que un suave masaje alrededor de la uretra con los dedos o la lengua resulta placentera y excitante, pero creo que se debe al efecto de acariciar una zona en contacto con el tronco del clítoris, no a la presencia de las glándulas.
Un último mito afirma que la eyaculación es más habitual entre las mujeres brasileñas (otra vez el maravilloso Brasil) pero resulta un dato dudoso porque no existe una estadística real al respecto, ni allí ni en ninguna parte del mundo. De hecho éste es uno de los aspectos menos investigados de la sexualidad femenina porque no afecta a la reproducción ni al placer sexual, y al margen de los aficionados al cine X sólo los anatomistas han mostrado interés por él. Si le añadimos que las mujeres que eyaculan pueden confundirlo con una pérdida de orina (no todo el mundo se molesta en analizar líquidos corporales) tenemos un perfecto escenario de desinformación. Ese es el motivo de que use términos como parece y aparentemente: hay pocos estudios que vayan más allá de la anecdota y las muestras estadísticas son reducidas.
En sí el fenómeno no causa más problemas que la sorpresa y el azoramiento de las primeras veces pero eso no es baladí, ya que una muchacha acomplejada (y las adolescentes se caracterizan por serlo) puede sufrir una impresión enorme al experimentar una eyaculación voluminosa e inesperada y sentir a partir de ahí un fuerte rechazo por su cuerpo, incluso una anorgasmia. No estaría de más que los cursos de educación sexual incluyeran alguna referencia al tema, de forma que nadie sea cogida por sorpresa y al menos sepa que no sufre ningún trastorno.
Las prodigiosas eyaculaciones de las profesionales del squirting son raras pero la mayoría de las mujeres eyacula en alguna ocasión. En general se emite muy poco volumen de líquido, por lo que suele pasar desapercibido, pero es posible darse cuenta, si no ellas al menos sí sus parejas. Yo he podido notarlo en un par de ocasiones, mientras practicaba un cunnilingus. Al iniciarse el orgasmo de ella noté una breve sensación cálida y fluida en la lengua y un repentino cambio en la acidez de la zona. Nada espectacular, pero fácil de identificar, porque carecía del tono amoniacado de la orina.
Si lo pensamos fríamente, es una pena que la eyaculación abundante no sea la norma. Supondría una cierta incomodidad para las relaciones (hay que tomar alguna precaución para no empapar las sábanas) pero sería ventajoso para ambos sexos: para nosotros, porque no nos quedaría la más mínima duda sobre cuándo tiene un orgasmo tu chica (nada de temblores o contracciones: la Fontana de Trevi en todo su esplendor) y para vosotras sería un mecanismo compensatorio por tantos accidentes. Por fin podríais devolverle a más de uno la gracieta del tú sigue chupando, que ya te aviso, y dejarle que descubra lo que se siente cuando alguien se corre en tu boca.
 Y oye, si le gusta, pues miel sobre hojuelas ¿no?.

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